miércoles, 30 de octubre de 2019

DIOSES


Aquella tarde se respiraba una tranquilidad un tanto inusual allá arriba. Lo normal es que desde que comienza la aceptación final, con las primeras luces del día, hasta medianoche, la gran puerta de entrada celestial sea un afluente intensivo de almas salvadas de por vida. Todos hemos visto alguna vez en noticieros el tránsito de vehículos que hay en la famosa frontera entre Estados Unidos y México, pues algo así pasa allí arriba dieciocho horas al día todos los días del año sin descanso. Los problemas entre nosotros y aquellos se crean, como no, en esas seis horas nocturnas de incertidumbre y espera hasta la entrada a la morada final.

Es allí, donde los calentitos, como nos llaman a modo de desprecio los blancos, así los llamamos nosotros a ellos, tienen por unas horas libertad de movimiento y libertad de actuación para cazar o convertir  almas in extremis, entre los que esperan entrar arriba y los que aún se podrían salvar de entrar abajo.

Así es como me atraparon.

De siempre he sido de corte un tanto vago, ya saben, de atajos y elecciones fáciles y no llevaba ni cuarenta fríos minutos en el frío exterior de aquellas gigantescas puertas, cuando una morenaza vestida de cuero me susurró al oído:

   — ¿No estás cansado de esta absurda incertidumbre? –me susurró como si su voz saliera de una caracola de mar pegada al oído. ¿Sabías que existe un lugar donde...?
   — No digas nada más, vamos. –Le dije con sonrisa pícara mientras le cogía la mano como si nos conociéramos de toda la vida.

Siempre he sido de coger la vía rápida y fácil para todo, mi antigua aplicación de mapas en el móvil puede dar fe de eso.

Volviendo a aquella tarde en cuestión, avancé unos metros hacía la gran puerta, los guardianes ya conocían mis trapicheos pues era un asiduo cazador de indecisos y estaban pendientes de mí y pregunté a uno de los ancianos:

   — ¿Qué pasa? Esto no es normal a estas horas ¿verdad?

   — ¿No lo sabes? Si es que no os actualizáis casi nunca allá abajo. –Me contestó el anciano. Hace ya unos meses que los afluentes de almas, en su tránsito final, van marcados por unos nuevos Dioses terrenales que habitan en las televisiones de los vivos. Los nombre más conocidos de dichos dioses son: Netflix, HBO, Amazon Prime, Movistar +, etc. Así, cada día de estreno, las muertes inusuales caen en picado al estar los vivos pegados a sus pantallas. Y, si estuvieras al día, sabrías que hoy, uno de estos nuevos Dioses, estrena la última temporada de la serie Juego de Tronos y eso no hay humano que se lo pierda. Dile a tu jefe que hoy no tienes nada que rascar en tierra de nadie y que espabile que estamos en el siglo XXI.





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