domingo, 7 de enero de 2018

Abrigos de pieles (negras)


Aunque ya estoy curado de espanto en estas causas de cruces de "clases", colores y vidas (dado mi trabajo de cara al público atiendo sin distinción a todo tipo de clientes), esta mañana me he dado una hostia fría con "el tema".

Salían las "peleteadas" de su misa de las doce y dado el temporal de nieve de ayer, era obvio que hoy no iría nadie a la aceituna y eso incluye a los ciento de inmigrantes marroquíes, africanos y de otros tantos puntos geográficos que estos días conviven por estas tierras. Así que en una esquina transitada de la localidad se cruzan las seis o siete creyentes abrigaicas con cinco o seis "morillos" como les dicen por aquí que iban desabrigados en demasía para el grado escaso de temperatura que hacía y moviéndose de un lado a otro para no pillar frío hasta la hora de que alguien solidario les de de comer. Así, el cruce de caminos, fue sensiblemente bestial. Ellas, de sexagenarias en adelante, hablando del uso del whatapps en sus móviles, ellos en silencio y con mirada perdida, dirección a la estación de autobuses, lugar donde se suelen agrupar para facilitar que los busquen para trabajar, sean con las condiciones que sean.

Esto no es nada nuevo, les vendo "avíos" cada mañana para que comiencen su jornada laboral, y algunos llegan con los céntimos contados o con alguno de menos, pidiéndome, por favor, que les deje pagar mañana los cinco o seis céntimos que les faltan para un bollo de pan y una lata de atún o algo así. Pero, cualquier persona con ese órgano simbólico que bombea sangre cercano a nuestros pulmones, nunca acaba de acostumbrarse al pesar de la inmigración; su crudeza, su hipocresía con los que limpian sus conciencias con un par de rezos o unos céntimos en el cepillo de la iglesia y minutos ante de que acabe el evento eclesiástico están ya pensando donde van a tomar el vermut del domingo y si Pepita o Aranchita se sentarán a su lado hoy o no para poder enterarse de las últimas novedades locales.



Todos somos pasajeros de un mismo barco.

En fin... que metámonos todos y sálvese el que pueda, como se dice. Que siempre se puede hacer un poco más por las personas que nos rodean, sin cegar la mirada cuando nos cruzamos con ellos, sin lavarse las manos con migajas de solidaridad y sin extrapolarnos nosotros mismos, que también tuvimos padres, abuelos o familiares que tuvieron que tirar del carro de la emigración para salir adelante.





Sin más, y echado mi rato de tecleo y desentumecimiento de dedos. Imploro que abramos los ojos a todos los colores posibles, sobre todo estos días de frío y buscavidas por necesidad.

3 comentarios:

Marina León López dijo...

Hipocresía e indiferencia, palabras que has usado para etiquetar y que, desgraciadamente, definen muy bien a ciertos sectores de la sociedad. Bravo por estas palabras, Raúl. Son de esas que te dejan con el corazón encogido, pero que hacen reflexionar.

ruyelcid dijo...

Gracias Marina. De vez en cuando hay que sacar los alfileres para ver si la sangre se le está congelando a algún sector de la población o la tiene ahí pero en modo pantano.

Jorge Romero Aranda dijo...

A mí no me importa que determinado sector de la población lleve o no abrigos de piel, salvo que estos sean de piel de origen animal que no sintética. Lo que verdaderamente me preocupa es que se mire por encima del hombro a estos trabajadores que lo único que intentan es subsistir.
La cosa es complicada el capitalismo sembró su tesis por el mundo pero no inventó la vacuna para su enfermedad, cosa que era y sigue siendo tan clave como complicada a estas alturas del espectáculo. Un abrazo amigo.