sábado, 22 de noviembre de 2014

El Viento ... Las Hojas... LOLA



Y precisamente esta tarde se me reprendía por mi frivolidad ante la muerte ¿Verdad N? 
Se ha muerto una persona, no hay que darle más vueltas. Le decía erróneamente a contertulio de #apiedebarra. Ya me corregía él, matizando entre la proximidad o lejanía que tuviéramos con respecto a dicho difunto. 
¡Dicho y hecho! 
Al desafortunado pintor que ha perdido hoy su vida aplastado por un ascensor en la calle Pedro Alba no lo conocía. La muerte está jugando al escondite, silenciosa,  tras una esquina donde siempre olvidas mirar; pero cuando te toca no hay "chicha" que te libre del fuego. 

Sin embargo, estaba levantándome del sofá y me dicen mis padres se ha muerto Lola A. la del piso de por encima de la farmacia, y ¡ZAS! mi infancia, adolescencia y madurez cronológica se me flashean de golpe en la mente. ¡Joder! ¿Lola? pero si estaba bien. Si hace unos días estuve hablando con ella en "la tienda". 

Sobre todo la primera década del 2000 he estado trabajando todas las mañanas en mi tienda, ALIMENTACIÓN GÓNGORA, y he conocido mucho más de cerca a NUESTRAS CLIENTAS DE SIEMPRE, vecinas atemporales de los edificios colindantes, las del barrio "de toa la vida", y muchas otras de Alcalá y alrededores que venían buscando confianza, cercanía, tradición y buen hacer "a lo del cachas". Y LOLA era una de ellas. - "¡Raúl, crúzale los mandados a Lola que hoy va muy cargada!"- me decía mi padre muchos días en los que por visitas o por el motivo que fuere se pasaba de su vino blanco, su cartón de leche, sus tres limones, y algunos tomatícos para picárselos a su Enrique que mañana iba a madrugar para irse al campo. Yo se los subía encantado, no era mucho peso y la bondad y simpatía que esa mujer bajita me transmitía cada mañana me hacía mirar la vida con una perspectiva mucho más amplia sobre la importancia de las cosas. Ella, una vez en su puerta, abría mi mano y me metía un euro en la palma, yo intentaba devolvérselo - "¡De verdad Lola, que no los quiero!"- pero ella insistía. Y así día tras día, llegaba, la abrazaba a la altura de los hombros, pues era muy bajita, me bromeaba sobre mis novias (y la ausencia de éstas) y conocía a toda mi familia como si fuera su propia familia. Es lo que tiene haberse criado en una tienda de alimentación tradicional, de "las de siempre". Tus clientes son tu familia y viceversa. 

Hasta siempre Lola. No sé donde harás tu compra allá arriba, pero sé que dejarás propina y te harás de querer desde el primer día. ¡Se te va a echar mucho de menos en mi familia! 

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