jueves, 27 de noviembre de 2014

EL TIEMPO DE LOS GIRASOLES

(Ejercicios de escritura rápida; sin pensar)


(...y no solo al gato)


Desde que Isaac tenía uso de memoria recordaba aquella carretera secundaria, aquella vía alternativa por la que sus padres le habían llevado en muchas ocasiones como vía rápida y mucho más segura, en tiempo de lluvia y tormentas, camino a su casita de campo en las afueras de la ciudad.

Concretamente estaba siempre deseando llegar a la curva en la que se encontraba aquella triste casita rodeada por un par de viejos árboles de frutos no muy claros para él.

Y allí estaba una vez más, la curva, la casa, y, como foso que rodea el valioso castillo, repleto de cocodrilos, y otros seres salvajes, una aureola de girasoles protegiéndola.

Isaac había imaginado miles de historias en el corto del trayecto hacía la aldea donde su familia materna tenía la casita de campo relacionadas con esa tenebroso y con cierto romanticismo lugar.


Habían pasado los años, y aquel niño ya no sentía fascinación cada vez que veía algo, aquel adolescente se paraba a resolver y averiguar con sus propias manos todo lo que de niño le fascinaba a la vista.


Algunos dicen que oyeron un grito con mucho eco como de alguien cayendo por una montaña, otros dicen que en la soledad de la noche, nadie oyó nada; nadie vio nada. Pero en lo que todos están de acuerdo es en que en los días ventosos, alrededor de aquella casa, el viento habla con voz clara a los viajeros de paso: “¡ISAAAAAAAAC….ISAAAAAAAC!”- aseguran escuchar a modo de advertencia.


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