En verdad el dado que uso también tiene la numeración negra en cada una de sus caras. Así cuando lo lanzo para que me indique los "saltos" que debo dar, las direcciones o las casillas que debo avanzar, se acreciente mi incertidumbre.
Nuestras acciones y sus consecuentes resultados no están regidos por el azar (a menos que seas el antiguo propietario de una pescadería y te toquen 9 millones de euros), ni por la fe, ni por la fecha de nacimiento y su relación con las estrellas. Como dice mi jefe: "¡Acción - Consecuencia, Acción - Consecuencia!" Si derramas la leche (acción), acto seguido te toca buscar una bayeta y secarla (consecuencia). Si no te presentas un día a un examen, sea por el motivo que sea (acción), el profesor te suspende, te quedas sin un título importante que podría haber marcado el resto de tu vida (consecuencia), y así podríamos poner miles de ejemplos que, para nada, están regidos por destinos, ni azares, ni actos divinos, son simplemente efectos de un acto anterior.
"Con tó y con eso" siempre me ha gustado llevar mi hexaedro regular ciego en el bolsillo y lanzarlo en momentos de ambigüedad. Pero creo que ya, los vientos no le son favorables, y cae siempre del peor lado. Llevo una racha de decisiones desafortunadas en términos globales. Y es que este dado ciego tiene ya las aristas redondeadas de tanto usarlo y eso incrementa demasiado sus saltos y vueltas. A partir de ahora procuraré mirar de cerca a la lógica de las acciones y a sus correspondientes consecuencias; de una forma más racional, así poco a poco, a cada lado se le irá iluminando su numeración y ya "el tres" será definitivamente "un tres" y no "un cinco" o "un seis".
2 comentarios:
Mejor cambia los dados por una moneda con la misma cara, jajaj seguro que aciertas!!!
¡Tira el dado a la basura!
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