TÚ MISMO

 

Allí, justo cuando el autobús desde Madrid entraba bajo el cartel de la Comunidad de Galicia, le vino a Isra el recuerdo de aquellos veranos de niñez en que su tía Laura, bajaba cargada de regalos y muchas risas y achuchones desde Arteixo. Era un calco de su madre, pero se llevaban unos cinco años de diferencia. 

Galletita, como Isra la llamó desde que comenzó a chapurrear palabras, no se separaba de sus únicos sobrinos en toda sus días de vacaciones. Piscina pública, Atardeceres en el parque del pueblo, fines de semana en la casa de campo. Al ser la única hermana de su madre, Galletita también era su madrina, cosa que a Isra le llegó a encantar pues se sentía doblemente querido por ese cargo simbólico que la iglesia les había otorgado. 

Como cada año, el último día de las vacaciones de Galletita, Isra la estuvo llamando así hasta bien entrada su pubertad, se teñía de gris para todos. Intentaban levantarse bien temprano para desayunar churros con la loca de su tita y aprovechar cada momento, cada consejo, cada carcajada con acento del norte que Galletita les regalaba. La tarde se le hacía durísima para Isra, que acompañaba a su madrina hasta los mismos escalones del primer autobús de los tres que tendría Laura que coger hasta su pueblo. Allí, quieto, llorando sin cortarse a moco tendido, Isra apretaba la cintura de los casi metro ochenta que Galletita tenía y la iba soltando despacio mientras ésta se agachaba y le susurraba lo mismo al oído año tras año. 

      -Que nadie te impida nunca ser tú mismo. 

Han pasado ya muchos de aquello, y esta vez es Isra quien se agacha sobre la tumba de Galletita en Arteixo y le susurra algo. 

   -Siempre he sido yo mismo Tita Laura. Gracias. -mientras posa sobre su tumba unos zapatos brillantes de bailaor y la medalla recién conseguida del merito a las artes escénicas que ese mismo verano le había otorgado el Presidente del Gobierno por toda una trayectoria en defensa y desarrollo del arte flamenco alrededor del mundo.

Siempre he sido yo mismo