Un desierto añejo, asumido; creado en mis entrañas.
Sin oasis para tu desdicha, sin lluvia vendible al sentimiento.
Un cerrojo al dolor.
Letra pequeña de mi contrato con el egoísmo.
Sus abrazos.
Sus palabras aleccionadas en benditas escalinatas de mármol
Su empatía en el duelo.
Mi desierto y su horizonte de asumibles paredes blancas.
Sus nombres clavados en árboles sin alma
abonados con sufrimiento.
Cifras condimentadas para el insaciable espectador
como empresas haciendo balance de ventas.
Se fue
No importa, yo sigo aquí.
Se fue.
No importa ¡ponme otra caña, Pepe!
Raúl Góngora
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