miércoles, 27 de enero de 2021

ORDENANDO LA ESTANTERÍA

 



Solo encuentra el equilibrio aquel que primero sabe disfrutar el equilibrio inconstante. Jess
                                                  Solo encuentra el equilibrio aquel que
                                    primero sabe disfrutar el equilibrio inconstante. Jess


Está en su naturaleza. Biología clavada en sangre por siglos de evolución. No son clasistas, racistas, xenófobos, narcisistas o estupidistas. Son animales, pájaros distintos en colores y formas pero animales. No te juzgan, no te miran por encima del hombro ni se indignan a tu paso. Como una danza machacada con esfuerzo hora tras hora, los pequeños estorninos de ciudad, oscuro pelaje y mayor grosor, ocupan las ramas más céntricas y altas del árbol. Los otros gorriones de ciudad en su mayoría, no se molestan ni se ofenden, saben su sitio, lo llevan en su sangre, fijado en sus mini cerebros. Esta noche todos dormirán tranquilos en el mismo árbol. 

Para nosotros, los humanos, es totalmente distinto. NO sabemos nuestro sitio, directamente, sin mirar por delante o por detrás del tajo, queremos el sitio del otro. Ya tenemos sitio y no es mal sitio, pero queremos el sitio del otro, por el simple hecho de haberle oído decir que su sitio es muy bueno y creemos que no se lo merece o por el simple veneno que nos inocularon al nacer llamado egoísmo.

¿Será ese egoísmo hacia las ramas del vecino y todo lo que en ellas incluye lo que querrá decir el palabro ese que nos separa del resto de especies animales?  ¿EGOISMO = SER RACIONAL?

Pues si ser racional, imprescindible para ser humano, va unido a ser egoísta, le voy a escribir una carta al dios ese que vive en el centro de la tierra pulsando botones constantemente y vigilando que la máquina de la vida en nuestro planeta no se pare para que me cambie de especie. No quiero ser un animal racional, quiero ser biológico. No desear las ramas de los demás sin saber si son mejores que la mía, solo por desearlas, no querer volar más rápido que mi prójimo si  a mí en verdad ni siquiera me gusta volar, en definitiva, quiero convivir con el disfrute que mi biología conlleva innato; mis ramas sin molestar, mi comida sin desear la de los otros aun estando saciado, mi viento, sin pensar que el otro está usando otros vientos y podrían ser mejores. 


Otro punto distinto, es que dentro de mi rama, junto a los míos, sienta la necesidad de recolocar mis espacios, de mover los muebles, no porque estorben, molesten o estén feos, sino por ver si tras su movimiento encuentro nuevas líneas en este mismo suelo; nuevos posibles pasos que dar con sus nuevas consecuencias. 

Recuerdo, y ya concluyo con esto pues el árbol que me ha inspirado está ya casi a oscuras totalmente, que estudiando en el instituto me dieron la opción de elegir la asignatura complementaria de Hogar o Informática. Yo escogí Hogar, nunca sabré por qué (seguramente me gustara alguien que eligió esa misma opción) y una de las cosas, en la teoría que nos dictaba María Ríos con tanto ahínco, que me tocaba más las narices era lo de las limpiezas del hogar estacionales (la limpieza de primavera y la de invierno, sobre todo). Me tocaba las narices entonces pero han pasado muchos años y aplico esa teoría a mi vida personal, a mi forma de ser, a mis relaciones sociales y mis comportamientos y ahora agradezco que esa asignatura casi arcaica se me haya quedado en la memoria y la pueda extrapolar al resto de necesidades en la vida. 

     Y con esto concluyo mi rato de tecleo. Intentaré hacerlo más a menudo. 

     Recordad, estamos muchas veces en distintas ramas, disfrazados de distintas alturas, colores y formas, pero a la hora de girar la ruleta la bola es la misma para cualquiera de las casillas. 


No hay comentarios: