“!Bendito seáis vos, Señor -quedé yo diciendo-, que dais la enfermedad y ponéis el remedio! ¿Quién encontrará a aquel mi señor que no piense, según el contento de sí lleva, haber anoche bien cenado y dormido en buena cama, y aun agora es de mañana, no le cuenten por muy bien almorzado? !Grandes secretos son, Señor, los que vos hacéis y las gentes ignoran! ¿A quién no engañará aquella buena disposición y razonable capa y sayo y quien pensará que aquel gentil hombre se paso ayer todo el día sin comer, con aquel mendrugo de pan que su criado Lázaro trujo un día y una noche en el arca de su seno, do no se le podía pegar mucha limpieza, y hoy, lavándose las manos y cara, a falta de paño de manos, se hacia servir de la halda del sayo? Nadie por cierto lo sospechara. !Oh Señor, y cuántos de aquestos debéis vos tener por el mundo derramados, que padecen por la negra que llaman honra lo que por vos no sufrirían!”
Lazarillo de Tormes (tratado tercero)
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Poco más me queda por decir a tan bien redactado párrafo de un tal "anónimo"... de esa maravilla literaria de las imprescindibles en cada casa. ¡Qué lo vivimos cercano, a diario, en los bares, en los paseos, en las tertulias, cañas, y demás ensalzamientos del ocio y el "bienestar" que pretendemos dar. Que las tortillas, al igual que el palillo en la boca, dan muchas vueltas y que todo depende de quien esté manejando el mango; así que agárrate bien para estar al loro en cada meneo de no salirte por las orillas y desperdiciar esos huevos que tan buena base te dieron.
Nos vemos (nos leemos). Hasta el siguiente tratado de aquel señor Anónimo.
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