lunes, 13 de septiembre de 2010

HIDALGOS



Una de las partes que más me impresionó cuando en los últimos años de Secundaria nos hacían leer a los clásicos de la literatura y analizarlos a fondo, fue el personaje del "hidalgo" en El Lazarillo de Tormes".
Mira que no me gustaba el profesor que tenía, daba miedo cuando cogía la libreta con nuestras fichas y puntuaciones, y la abría al azar y el que saliese tenía que enseñarle todo lo que había hecho. Pero reconozco que, por cabezón machacoso, consiguió meternos bien algunos conocimientos elementales y fijos de por vida.

Pues llevo tiempo pensando que en mi pueblo, esa figura que tanto me marcó por su "aparentar", por su palillo en la boca como si hubiera siempre acabado de comer, y, en definitiva, por su fingir diario se da en su máximo esplendor.

Con el boom inmobiliario y de la construcción, que llegó a su cima hace unos años, surgieron muchos "nuevos ricos" por el pueblo, gente a la que le creció el cuello de golpe, y el ángulo de mirada se elevó unos 60º. Eran una especie que iban dejando su propio olor a patéticos por donde pasaban; a un mono le das un rolex de oro y una pajarita de Armani y seguirá siendo un mono columpiándose y gritando en un árbol. El saber estar, el no presumir de ello, y la clase, se llevan bien cuando han sido, por familia, por tradición o por herencias ancestrales de grandes fortunas. Esa gente no piensa en presumir de lo que tienen ni en dejar a un lado estas y otras cosas, son así porque no han conocido otra forma de ser.

Todo esto iba para encauzar al lector a un caso concreto, un personajillo de este humilde poblacho, currante al máximo pero hidalgo con olor y "brillo" distinguibles a una legua (de esos que están metidos hasta las cejas en hermandades, agrupaciones, y todas esas cosas que se hacen mucho para "que te vean" más que por afición - devoción)
El hidalgo en cuestión vio, con la llegada hace unos años por su jubilación y porque las raíces al final de los años nos hacen añorar nuestros orígenes, de un familiar un tanto lejano, un plan perfecto para asentar en peldaños superiores su "indigna" vida de trabajador y vivir del cuento el resto de sus días.
Y así, transcurridos unos años y el viudo-jubilado instalado ya por completo en la localidad, el poco sutil hidalgo comenzó, dado el decreciente estado de salud del nuevo y adinerado jubilado, a urdir su plan. Lo visitaba todos los días, le "ayudaba" en sus cosas, pero lo más importante le comía el cerebro hasta la saciedad y le hacía ver el mal a su alrededor. Poco a poco, y erre que erre mes a mes día tras día, el jubilado con "algo de capital" fue cayendo en el juego de nuestro hidalgo y convenciéndose de que los demás solo se acercaban a él por su dinero...por si pillaban algo, no porque lo quisiesen por familiar ni como persona (no me explico como te puedes quemar con un ascua ardiendo a 6 metros si estás andando sobre una que arde sobre tus pies con mucha más fuerza). Al final, cual poseedor del anillo en las historias de Tolkien, el ya muy tocado de salud, jubilado se emponzoñó y acabo echando pestes de la gente que en verdad lo querían como familia, y alabando al hidalgo que había cuidado de él en sus últimos días.

Llegó el fatídico, aunque previsible día, dado los excesos y abusos del jubilado en cuanto a comidas y malos hábitos, y éste falleció. Y así, el único carroñero que quedaba a su alrededor, puesto que ya se había ocupado de "eliminar" con veneno y mentiras al resto de seres vivos cercanos al difunto, pudo disfrutar de su recompensa; con la consiguiente mirada de desaprobación y sonrisa avergonzada del resto de familiares por su comportamiento.
Dado es el punto de su osadía que ahora se le sigue viendo en esas hermandades, agrupaciones, cofradías, etc pavoneándose con el reloj de oro del difunto, como muestra del éxito en su última caza.

El hábito no hace al monje; y lo peor de vivir en un pueblo es que las gentes de siempre saben quién eres, lo que has pasado, quienes son tus familiares y no les puedes engañar con faroles ni joyas manchadas de sangre.




Nota: al escribir este artículo he hablado entre finos algodones reprimiendo mi ira y evitando echar toda las peste que podría haber echado por la boca.





2 comentarios:

Begoña dijo...

Que bien lo has descrito hijo. Y que verdades cuentas.

Anónimo dijo...

y para qué??????????????? no jodas hostias¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡