Fueron tres semanas inolvidables, después todo acabó.
Esa noche el alcohol, junto con el revoltijo de hormonas veraniegas que fluían por nuestros cuerpos desde primeras horas de la mañana, aflojaba nuestras tímidas lenguas, empujaba nuestras extremidades del positivo al negativo y viceversa.
Así, en aquella terraza auténticamente mediterránea de la costa almeriense, tus dedos tiraron de los míos hacía la barra y pediste apresurada dos chupitos, otros dos, otros dos,... Y como aquella canción de Gabinete Caligari en la que después de los tres puyazos de ron se arrimaban mutuamente, hice frente a la situación con torería y valor. ¡De esa noche no recuerdo mucho más!
A la mañana siguiente unos ojos que rebosaban mezcla de Norte natal y Sur actual, me estaban mirando fijamente sin decir nada pero contándomelo todo:
"Eres la primera persona con la que me acuesto y no me quiere follar la primera noche". Y continuó mirándome fijamente, acariciando mi pelo y tocándome los labios con la yema de los dedos.
Fue un verano de esos que, cuando tienes ochenta y nueve años y estás hablando con tus nietos, o escribiendo una carta con las manos arrugadas y los ojos llenos de lágrimas, quieres llevarte a la tumba, con todos sus segundos, sus aromas, colores y recuerdos.
En Octubre, desperté, y buceé hasta comprender lo más oscuro de su blanca actitud norteña. Un impulso mediterráneo envenenó mis venas imantándolas y arrastrándolas a la tierra que me vio crecer e hice la maleta y me despedí para siempre, llevándome la esencia de nuestra primera noche conmigo.
1 comentario:
CHA-CHA-CHA o de esas camisas de lunares tan ochenteras?
tiene usted comentario en la entrada de La Cinta Blanca!!!
Un abrazo!!!
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