domingo, 12 de abril de 2020

LA "DESOLEDAD"

LA DESOLEDAD (soñada)

A mí los sueños, los poquitos que al despertar recuerdas, si me dejan lección. Otra cosa muy distinta es que yo, de ojos abiertos, quiera luego dejarme aleccionar o no.

El sueño final de esta noche tiene mucho que ver con todo este caos de confinamiento, todos estos mensajes de “quédate en casa” y demás causas sociales que ha traído esta pandemia actual. Entro a explicarlo.

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Habíamos, yo no soy de pandillas, así que no sé quiénes en cuestión, quedado para echar un baile o unas risas tempraneras antes de ir de bares y tapas nocturnas en la discoteca, la única, del pueblo. A esa hora solo entras los nenes con mentirijillas al portero o con la edad legal cumplida ese mismo día. Pero, en fin, tan poco era mala idea desfogar un poco, antes de meterse en bares de forma algo más tranquila.

Llegué sobre las nueve de la noche y, como siempre, al bajar encuentras esa sensación de oscuridad rosa/morada que te va envolviendo. La música, a esas horas, era puramente comercial, lo último de moda en temas reggaetón y de ahí no te salgas. Me pedí mi consumición y estuve de una pista a otra buscando a estos energúmenos. Nada, yo ahí como un tonto dando vueltas entre cabecillas que asomaban poco más altas que mi cintura. Cabe señalar, y no sé por qué no aparece el uso de móviles u otras veloces formas de comunicación actuales (creo que esto último se puede achacar a que ayer tarde leí lo de que el gobierno monitorizará las redes sociales durante esta pandemia o algo así).

Total, que me paro ya en la parte alta, entre la barra y la cabina del Dj a tomarme mi consumición y veo que bajan un montón de matrimonios, van cogiendo sillas y mesas, las pocas que suele haber en una discoteca, y se sientan por la zona donde yo estoy tan tranquilamente y al segundo ya le estaban diciendo al Dj que quitara la música o que le bajara la voz al mínimo. Ellos, a su puta bola, iban a echar un rato de bar y una partidilla de cartas.

Yo no podía más, solo, tiraillo por los que habíamos quedado allí, y asqueaillo por la rara jungla que manejaba la discoteca a esas horas, me voy.

Al salir pregunto al portero si ha visto a mis amigos, me dice que no. Panda de cabrones, dónde se habrán metido, unos metros más hacía delante tropiezo con mi hermano mayor y lo que parecía una reunión de antiguos compañeros de la EGB o algo así, los conozco a todos. Le iba a contar a mi hermano que estaba triste, me sentía raro, tragandillo saliva por la cruda situación y de vuelta ya a casa, pero fue inútil. Ellos venían de sepa Dios donde, pero venían “cargaitos de juguetes”, cieguetes como perras vaya, así que para pocos consejos estaban. Me quedé un rato viéndolos borriquear a ver si con un par de risas se me pasaba la sensación de soledad tan rara que colgaba en mis espaldas esa noche, y tiré para casa, o eso creo.
Ahí ya me desperté.

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"Si te sientes solo cuando estás solo, estás mal acompañado"
(Jean-Paul Sartre. Filósofo y escritor francés)



Todo esto, el sueño, los personajes, la búsqueda de los amigos, el encontrarlos o no, viene por el caos psicológico que se va a formar, por lo menos en mí, tras el confinamiento, la desoledad.

Llevamos muchas semanas “quedándonos en casa”, haciendo caso a las recomendaciones sanitarias, sin quedar con los amigos, cafés al sol, paseos por los bordes del pueblo, bares, bares, bares, pubs, plazas, etc. En fin, sin mediterranear. A mí, particularmente, creo que me asusta la forma en como revertiré estas semanas; quienes estarán, quienes querrán estar, los que, casi perdidos antes, ya si que no estarán del todo, en definitiva, la desoledad enfrentándose a su raíz, la soledad. Poco más le puedo sacar a este sueño, se reduce a que, aunque actualmente vivo solo, salgo para un lado o para otro y sé que estáis ahí, ahora toca ver los efectos sociales secundarios que este virus haya dejado en nosotros. 

En fin, ya he escrito unos 30 minutos, que es lo que más o menos pretendía.
Nos vemos (o no) “pronto”. Id entrenando la desoledad.







1 comentario:

Jorge Romero Aranda dijo...

Siempre hay fórmulas para destruir esa desoledad, habrá que buscar nuevas formas de verse.