martes, 26 de abril de 2011

¡Clearly!





Y llegó el último curso de Instituto, mis guardadas y mimadas amistades pasaron a ser deseos cada vez más cercanos. Guisos con los amigos y compañeros de curso, fiestas locales, primavera (¡Ayyy! si no hubiera existido esa estación que sería de mi) y por fin ocurrió.



Me enamoré (nos enamoramos) ella era una de las personas con mas bondad en stock que haya conocido nunca, además los dos teníamos una gran inocencia en las artes amatorias y cierta timidez, lo que hacía cada momento más inesperado e inolvidable.





Tradición católica familiar y la tendencia a iniciarnos en colectividades para compartir vivencias me hicieron apuntarme a catequesis para la confirmación. Allí conocí a la que sería la persona que más influencia ha ejercido en el final de mi adolescencia marcando para siempre en mi mente el modelo de amor ideal. Mente, cuerpo, deseo, inteligencia, eran algunas de sus cualidades que hacían que mis pies flotaran en dirección a su casa cada vez que pisaba la calle. Pero como un gran tazón de arroz con leche, el primer gran amor se queda en eso (sino no sería "el primer" gran amor) Ella siguió sus pasos, yo los míos... y siempre nos quedó el "que hubiera sido si..."
























Cómo es normal, aún en esos primeros meses de salidas del pueblo, y asombro ante la vida aún en fase creciente, mis siguientes batallitas amorosas siguieron con el grupo de amigas con las que me había movido en mi última etapa de instituto, pero ya quedábamos por Granada, y otras ciudades donde esconder nuestras complicidades y desnudarlas sin pudor. No paré; sentimientos, deseo, sentimientos, deseo, deseo, deseo... poco a poco las amigas de mis amigas, amigas entre ellas, fueron testigos directas de todas mis correrías y libertinajes.


Hubo un verano entre medias que también me haría comprender, o retomar, la verdadera sensación de fuerza del verdadero AMOR (ya se que suena moña pero hay veces que hay que nombrarlo). Era mi primer verano de "hoteles" y conocí a una de esas personas que transmiten fuerza, empuje, sensualidad y sexualidad hasta la saciedad, y que también saben el momento apropiado para soltar una lágrima que no puede ser almacenada durante más tiempo. Todo debería haber quedado en "un amor de verano", pero cuando nos empeñamos en mantener el chicle, más tiempo de la cuenta, en la boca, al final se le va el sabor... y ninguno ofrece ni recibe lo que ambos esperan. Siempre me quedará su recuerdo en verano y la valentía que demostré por defender ese amor.


Continuaron llegando "mayos" cada año pero, a excepción de otro amago de continuidad de relación con "una de las de siempre" (sin nada que reprochar, fue genial), todas mis relaciones siguientes han sido casuales, esporádicas, geográficamente condicionadas, y algunas incluso algo forzadas o condicionadas cronológicamente.

Vivo con la esperanza y la incertidumbre propia de cada "mes de mayo anual" un mes donde las hormonas comienzan ya a salir a flote, a hacerse de nuevo un hueco entre esas que no han descansado en todo el año, y así con el sol, aromas, colores, vinos, sudores, fiestas, vestuario estacional, y yo, siendo yo mismo, me siento con fuerzas, con ilusión renovada, todo es posible, el azar, destino, circunstancias, están ahí... el truco reside en saltarse las letras pequeñas, improvisar y dejarse llevar por lo que te dicte el aire de "estas mañanas".

(Fin.... mejor dicho.... CONTINUARÁ)






4 comentarios:

oicor dijo...

Es genial cuándo uno está receptivo a conocer a alguien y enamorarse. ¿Será este el mayo refinitivo?

CINEXIM dijo...

Bueno, yo es que suelo enamorarme en otoño, me basta con sobrevivir a la primavera.

Un abrazo!!!

Susan Lenox dijo...

El amor, te cambia la cara, la piel, la mirada, es un chutazo de serotonina
Espero...me dure.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

abuelo! cuenteme otras batallitas!

fdo: Topacio :D