- Te quiero.
(lloré, lloré durante minutos)
Seis, seis años llevábamos saliendo con mis "te quiero" al despertar; te quiero al coincidir en el baño, te quiero al sol en el parque, te quiero saliendo del mar, etc momentos dignos de un sencillo y sentido "te quiero" y nada. La respuesta siempre fue un abrazo, un beso, una mirada sonriente incluso una palmadita en el hombro que me dio en una puesta de sol en Cadiz con uno de mis "te quiero" más sentidos (se me quedaron ojos de dibujo animado japonés).
- ¡Qué mala infancia habrá tenido este chaval! -pensaba yo a cada silencio del receptor de mi expresión de amor.
Me miró encogiendo los hombros y doblando los brazos en señal de obviedad del asunto. Como diciendo:
- ¡Hija! -el solía usar mucho esa expresión para hablar con la gente. -Tan difícil no era.
En mi interior me cagué en su puta madre (la pobrecica es una santa y buena gente) pero a mí me encanta usar esa expresión a boca ancha. Hemos tenido que pegar en el culo del mundo, sentarnos en medio de arena y hierbajas verdes como si fueran centeno allí plantado al azar, piedras oscuras, aguantar una brisa fría que cruzaba desde las lagunas hacía la montaña y al revés, mirar durante interminables minutos con el culo helado la montaña, ESA montaña islandesa, Vestrahorn me decía a cada minuto (demostrando el millón de veces que había escuchado en google aquella pronunciación que sonaba como si te estuvieras ahogando con una gamba), que te tirabas horas mirando en tu fondo de pantalla y de la que tanto me hablabas hasta el cansinismo extremo, observar atónito como casi se te caía un lagrimón de la emoción (ya le valía, me costó hasta el último céntimo de lo que tenía ahorrado aquel viaje), etc, para que me digas un "te quiero".
En verdad no sé si el "te quiero" ese fue exclusivo. Para mí que estaba al 80/20. 80% de amor verdadero iba dedicado a la montaña y sus alrededores y un 20% para mí. Para mi bolsillo y esfuerzo más bien.
En fin, la verdad que, en uno de los momentos más mágicos de su vida, lo primero que sentí fueron unas inmensas ganas de cruzarle la cara de un guantazo por ser la persona más "hielo" que he conocido jamás y de la que tuve la desgracia (quien sabe, aún le doy algo más de margen) de enamorarme. Lo segundo que sentí fue alivio, el alivio de saber que ya está hecho, ya lo ha dicho, a que o a quien se lo haya dicho me da ya igual, el caso es que ya lo ha hecho y podremos levantar el culo de aquel confín del mundo e irnos a una cafetería calentica a tomarnos un chocolate o siete copazos.
- ¡Anda que si yo llego a saber que arrancar un "te quiero" del momia este iba a costarme tantos sinsabores, decepciones incitadas por mi romanticismo, el normal de un ser humano, y dinero (el pobre ganaba poco, muy poco y no hacía por ganar más) le dan mucho por saco desde el primer día que me tiró su té caliente encima y yo, como tontica y aguantando el grito propio del estado de ebullición, voy y le pago otro.
- ¡Bendito sea el puto amor que nos venden en la tele y en las revistas! A esas o esos que escriben tanto artículo cargado de azúcar y "happinessismo" los sentaba yo dos horas en aquel rincón islandés perdido del mundo a mirar montañas!
Vestrahorn. Islandia. |
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