Regresé, como prometí que regresaría cada trescientos sesenta y cinco días.
Desconfiado, inexpectante ya, cíclico me senté y esperé.
No volviste al banco que prometimos volver;
no quisiste conjugar los futuros imperfectos posibles a mi lado.
No creo que vuelvas jamás.
YO se quedó desnudo, lamiendo sal en suroestes hace ya muchos años.
Ni conoce ni tiene ganas de probar el camino de regreso.
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