Sus gritos, sus menos que milimétricos gritos, tan solo sirvieron para soltar el llanto y rabia que quedaron tras esos escasos seis segundos durante los cuales el infierno de pronto entró en su hogar.
Habían pasado tan solo unas semanas desde que W, Wendy la llamaron sus hormigas vecinas para hacer ese feo nombre algo más familiar, dejara su estado de larva. Hacía días que ya se había familiarizado con su nuevo hogar, un hormiguero sólido construido en el lateral de un camino de duro suelo rojizo y con las funciones dentro de éste que le tocarían desempeñar. Faltaba solo un día para que la hormiga reina autorizara la primera salida al exterior de las novatas para explorar el terreno y de paso traer algo de comida a las despensas. Wendy estaba muy nervios. Las veteranas le habían contado historias fascinantes del exterior, lleno de color, luz intensa vida y también muchos peligros. Wendy jamás hubiera imaginado que el peligro principal vendría de aquellos a los que los ancianos del hormiguero llamaban los gigantes oscuros. Seres enormes de dos pies y brazos a los que su sola cercanía al su hogar hacía temblar todo aquel hormiguero tan fuertemente consolidado con los años.
Aquella mañana, cuando todos estaban alineados perfectamente frente al borde de salida del hormiguero, según les había enseñado la instructora principal de la colonia, todo tembló con velocidad, algunas de la fila cayeron al centro del hormiguero y otras permanecieron fijas en su punto de salida al exterior, de pronto un destello infernal, como si el sol se hubiera descolgado del cielo, inundó todo el hormiguero, creando un gran llama repentina y un chillido grupal que Wendy jamás conseguirá sacar de su mini mente. Un coloso de esos aún crecientes se posó sobre el hogar de Wendy, sobre el hormiguero, con una lupa e hizo que los rayos de sol fulminaran en segundos toda la razón de ser de ésta y todas las posibilidades de evolucionar como ser vivo en una colonia. Wendy consiguió distinguir entre los gritos el más agudo y prolongado, el de la hormiga reina. Jamás comprenderá que fue lo que la llevó a, segundos antes de aquel golpe del infierno en sus vidas, correr a toda velocidad con sus aún no desarrolladas del todo patitas y salir del hormiguero bordeando incluso a la hormiga instructora, el caso es que su vida, toda su vida en comunidad, quedo reducida a una bolita negra de amargura y olor a muerte injusta.
Wendy permaneció unos minutos a escasos centímetros de aquella desgracia. Había pasado todo demasiado rápido como para crear una respuesta medio acertada con la que proceder. Todos los pasos que diera ahora en solitario marcarían su vida para siempre. Las hormigas sin su colonia pierden su razón biológica de ser. Pero ahora tocaba a Wendy cambiar esa regla para siempre.
A los escasos minutos de la desgracia, Wendy puso a trabajar su minicerebro. Lo principal ahora era resguardarse del exterior y sabía, por el periodo de aprendizaje concienzudo de sus instructoras, que meterse en otro agujero u hormiguero no era una buena opción. Con todo el dolor por la destrucción masiva de su colonia aún pinchando cada milímetro de su cuerpo, echó a correr atravesando a toda velocidad lo ancho de aquel caminito rojizo y al notar que la el suelo del borde ya estaba más arenoso t trabajable como el del borde de su antiguo hogar, comenzó fugaz a excavar con sus patitas delanteras como si el mundo se fuera a terminar en los próximos minutos; que visto el final de los suyos, no era nada impensable...
Consiguió Wendy, excavar un escaso centímetro y medio de profundidad y los siguientes minutos los dedicó a agrandar, a modo de habitaciones, aquel centímetro hacía un lado y hacía a otro debajo del suelo. El resto del día, agotada, llorando en silencio sin entender el más mínimo el porqué de aquella estúpida e irracional desgracia, lo pasó arrinconada en un lateral del que sería su nuevo mini hormiguero, aún sin saber que, por suerte, el destino biológico de su especie tenía una sorpresa reservada para ella.
Ahora el turno de aceptar ese destino que la naturaleza milenaria y su sobrealimentación proteínica le habían traspasado, sin ella saberlo se había convertido en una hormiga reina, o comenzar a cambiar su destino a cada paso y explorar nuevas posibilidades convirtiéndose en verdadera reina de si misma, de sus fallos, de sus logros y sus propias decisiones.
¿Qué creéis que eligió?
Aquí, con este tema musical, os dejo una pista.
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